Traviesa Navidad


Allí en lo alto, donde nadie sabe dónde está ni cómo se llega, vivían Papá Noel y sus queridos ayudantes, los duendes.

Entre todos los duendes, había uno llamado Manolito, un duende con pecas, camisa por fuera y pelos despeinados, que era muy bromista y siempre estaba contando chistes y gastando bromas pesadas. Al principio de la Navidad, los ayudantes de Papá Noel se ponen a hacer todos los regalos del mundo, que habían pedido los niños.

El trabajo de los duendes es muy importante, y es un trabajo en equipo.


Hoy, Manolito, por la noche, cuando todos estaban durmiendo, fue a la fábrica de los juguetes y los modificó:

- A los coches, hizo que en vez de que fueran para delante, fueran para atrás

- A las muñecas les pintó la cara con un rotulador permanente, pintándole bigotes y cejas cruzadas

Y así, uno tras otro, fueron retocados aquella noche


Al día siguiente, cuando los duendes se despertaron tenían que envolver los regalos y escribir el nombre de cada niño en el envoltorio. Pero cuando fueron a la fábrica se encontraron todos los juguetes transformados y no había tiempo para arreglarlos pues Papá Noel y los renos tenían que salir en pocas horas.


Cuando Papá Noel se enteró, se puso muy nervioso y mandó a buscar al culpable. Reunió a todos los duendes de la fábrica, Manolito entró de los últimos pues sabía que tocaba escuchar una buena riña.

En toda la sala sólo se oían murmullos de los duendes. Manolito escuchó a gente enfadada que decían cosas como:

¡ después de todo el esfuerzo! o ¡ Lo teníamos todo preparado!


Finalmente, Papá Noel entró en la sala y mandó a callar a todos, luego un poco enfadado preguntó otra vez quién había sido. Hubo unos momentos de silencio total, hasta que Manolito se armó de valor y gritó desde el fondo de la sala:

- ¡He sido yo! Lo siento, os pido perdón a todos por lo ocurrido, pensé en hacer una broma a todos los niños para que sus regalos fueran diferentes a otros años, pero me pase de la raya.

Todos se quedaron pensativos, incluso Papá Noel, nadie se esperaba que Manolito pudiera haber hecho semejante barbaridad con los juguetes. Pero a la vez querían perdonarlo porque sabían que no lo había hecho con mala intención.


Así que Papá Noel dijo:

- Bueno, pues hay que buscar una solución entre todos, pensemos en qué podemos hacer.


Los duendes, empezaron a hablar unos con otros, murmurando soluciones, pero ninguna parecía ser buena idea.

De repente, Manolito oyó una voz gritando que decía:

- ¡Despierta, vas a llegar tarde!

Abrió los ojos y entrevió a su madre, después ya los abrió bien y se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Saltó de la cama y le preguntó a su madre qué había pasado con los regalos, su madre un poco enfadada dijo:

- ¡Allí están , esperándote para trabajar!

Manolito dio un salto de alegría y con todas sus fuerzas gritó:

- ¡Todo vuelve a ser como antes!

La madre extrañada, se dio la media vuelta y susurró yéndose de la habitación:

- Ay... Este Manolito qué raro es.

Ese día, tal y como se había previsto, envolvieron los regalos y los cargaron en el trineo de Papá Noel. Desde ese día Manolito no volvió a gastar ninguna otra broma pesada, y todos los niños del mundo tuvieron sus regalos.

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